Según el libro de la historia de la pedagogía de Nicola Abbagnano y A. Visalbergui en su apartado sobre la Educación bajo el Romanticismo y el Neohumanismo cita lo siguiente:
7. LA EDUCACIÓN BAJO EL ROMANTICISMO Y EL “NEOHUMANISMO”
Schiller fue también el autor del más perspicuo intento de distinción entre arte clásico y arte
romántico. En el ensayo De la poesía ingenua y sentimental (1796) demuestra que la poesía
ingenua u objetiva es poesía terminada y perfecta, que se delimita en un arco bien definido de
representaciones; por el contrario, la poesía sentimental o subjetiva quiere representar el Absoluto,
captar el movimiento infinito del alma que anhela la unidad sin alcanzarla, como consecuencia de lo
cual queda siempre abierta, indefinida, inconclusa. La poesía clásica es representación de la
naturaleza y del infinito, la poesía romántica es representación del Espíritu y del infinito.
Estas fórmulas nos muestran con claridad el nexo ideal que vincula al movimiento romántico con
la corriente denominada neohumanismo. Apenas el romanticismo deja de ser una simple
reivindicación del libre desplegarse del individuo y medita sobre sus propios temas, encuentra en la
tradición clásica, sobre todo griega, el término fundamental de referencia y no importa si esa
referencia asume el carácter de una antítesis. El espíritu romántico no concibe antítesis que no se
concilien en síntesis superiores.
Por consiguiente, el clasicismo de Schiller y Goethe puede hacer suyos los temas humanísticos
de Lessing y Herder y contribuir al movimiento de enriquecimiento y reforma de la vieja educación
humanística conocida como nuevo humanismo o neohumanismo. El neohumanismo, al exigir la
formación integral de la persona, entra en polémica contra la escuela del tipo realista y utilitarista de
los pietistas y sobre todo de los basedowianos. La contienda entre filantropía y humanismo (1808)
es en efecto el título de un libro que fue en cierto modo el manifiesto del neohumanismo
pedagógico. Su autor es Friedrich Immanuel Niethammer (1766-1848), amigo de Fichte y sobre
todo de Hegel, quien fue además autor de una reforma escolar en el reino de Baviera, durante el
periodo napoleónico, y formuló programas que el mismo Hegel, por ejemplo, observó (salvo ciertas
modificaciones de poca monta) en el periodo en que dirigió el gimnasio de Nuremberg donde
enseñó filosofía (1808-1816).
Niethammer no descarta la escuela realista de tipo moderno, se limita a distinguirla netamente de
la clásica, para la que reserva sus preferencias. En general, el movimiento neohumanístico no hace
más que acentuar en Alemania la diferencia entre los dos tipos de formación, una más breve,
utilitaria, sin desemboque universitario o casi, y otra formación más larga, “formativa”, conducente a la instrucción superior en todos sus ramos. Es el sistema que se
denominará más tarde de “doble vía”, merced al cual se divide precozmente a los muchachos entre
los destinados a los estudios superiores y los que deberán contentarse con carreras más modestas.
El neohumanismo determina o consolida la posición monopolista de las lenguas clásicas como
acceso a la cultura superior. Como ejemplo, baste decir que cuando el progreso técnico-científico
demuestra que no puede aplazarse ulteriormente el encauzamiento hacia los estudios superiores
también de los alumnos provenientes de las Realschulen, de tendencia moderna, se procederá a
reformar esta rama de la enseñanza (de orientación tecnicocientífica) no sólo confiriéndole un
carácter más rigurosamente científico, sino también introduciendo en ella el latín (1828). Al mismo
tiempo, se creaban en Prusia y en otros Estados alemanes otras escuelas técnicas y profesionales sin
desemboque ulterior y, por lo mismo, sin latín.
Todo esto contrasta mucho menos de lo que parecería a primera vista con el carácter general de
la educación romántica. El romanticismo, en la medida en que revalorizaba los caracteres
nacionales, las lenguas modernas, el arte de inspiración popular ingenua, el libre desarrollo
individual, se inclinará a preocuparse por la escuela elemental y popular, los jardines de niños, las
escuelas de enseñanza mutua, la adopción de métodos más concordes con un pleno respeto de la
espontaneidad infantil. Se trata de un vasto movimiento en ese sentido, que se extiende por casi toda
Europa y que, en el fondo, respondía además a una precisa coyuntura económica y política. En
efecto, el Estado moderno tiene necesidad de súbditos conscientes y de traba jadores con un mínimo
de cultura.
Cuanto a la clase dirigente, el hecho de que se forme sobre la base del griego y el latín puede
presentarse como cosa natural en vista de los fines de autonomía de juicio y desarrollo que se quiere
garantizar a sus miembros. Que se siga el esquema de Schiller, o el que más adelante encontramos
en Hegel, según el cual hay que empezar pensando con cabeza ajena para aprender a usar en verdad
la propia, se acaba demostrando que la formación clásica no sólo es provechosa, sino indispensable
para formar intelectos verdaderamente libres.
romántica la tesis del carácter puramente legendario de la personalidad de Homero y la atribución al genio popular de los griegos de los poemas denominados homéricos, tesis que tuvo en Friedrich August Wolf un sostenedor si menos genial más escuchado que Giambattista Vico.
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